Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

La sabiduría

 

El Diario Vasco, 1982-12-12

 

      Aludíamos recientemente a la filosofía de Jacques Maritain y a los tremendos ataques de que la misma fue objeto en los primeros años de la España de Franco.

      Conviene precisar, sin embargo, que la parte más importante de la obra maritainiana no se encuentra en sus teorías sobre la sociedad y la democracia sino en los tratados que en ellas se dedican al análisis del saber y de la sabiduría, como por ejemplo los titulados «Ciencia y sabiduría» y «Los grados del saber».

      Está claro que para Maritain no todo saber es sabiduría. Esta se mueve en un plano superior, o —si se quiere— más profundo, que el saber científico y el saber filosófico.

      La verdadera sabiduría, viene a decir Maritain, es una visión penetrante de ciertas realidades que son, en cambio, invisibles tanto para las ciencias particulares como para la filosofía racional. Es una intuición profunda de carácter unificante y liberador; un camino de salvación del hombre y de lo humano.

      Maritain descubre en la Historia cuatro grandes mensajes de naturaleza sapiencial: tres de ellos de sustancia religiosa y el cuarto de carácter profano, es decir, ajeno o exterior a lo sagrado, que eso es justamente lo que quiere decir la palabra «profano».

      Esas grandes sabidurías son la sabiduría búdica, la sabiduría bíblica del Antiguo Testamento y la sabiduría cristiana y —junto a ellas— la sabiduría helénica, que es sabiduría de razón y no de fe o esperanza.

      Ocurre, sin embargo, que el hombre contemporáneo, en su generalidad, no se siente ya concernido por ninguna de esas sabidurías que a lo largo de miles y miles de años han constituido el patrimonio espiritual de la humanidad. Las desprecia olímpicamente y se interesa de modo casi exclusivo en los saberes científicos: en los avances de la ciencia y en las promesas de la técnica. Una secreta ilusión le anima —o, más bien, le ha venido animando hasta ahora— que es la ilusión del progreso técnico.

      A la vista de los resultados obtenidos y del tipo bárbaro de civilización a que estamos llegando, dicha ilusión empieza ya a desvanecerse. Y es que cuanto más progresos materiales realiza el hombre más necesita de la auténtica sabiduría.

      El tema que apunto no es en modo alguno un tema «carroza». Yo estoy persuadido de que el verdadero fondo de la crisis actual no se halla en los desajustes económicos, ni en la penuria energética u otras cosas por el estilo, sino en lo que pudiéramos llamar «la muerte de las sabidurías». Ahora bien, el hombre de hoy y el hombre de mañana podrán quizás vivir sin petróleo pero jamás podrán vivir sin sabiduría.

      Afirma Maritain que en este trance ni las ciencias particulares ni el saber técnico pueden ocupar el lugar de la sabiduría. Define él la ciencia como un saber firme y estable que ofrece las máximas garantías al conocimiento racional. Pero hace notar que el objeto de cada ciencia es particular y que en esto se distingue de la sabiduría saber integrador por excelencia.

      Existe hoy, por desgracia, una gran confusión entre el sabio y el hombre de ciencia. Hoy se aplica la denominación de sabios a los investigadores y descubridores científico-técnicos. Así, por ejemplo, es muy corriente atribuir esa misma denominación a biólogos, economistas y psicólogos mundialmente destacados. Se piensa tácitamente que son ellos los que tienen la última palabra y los que van a arreglarlo todo. Sin duda esos hombres son utilísimos para la sociedad; pero cuando se les erige —o ellos mismos se erigen— en sabios, se corre el peligro de que los mismos se conviertan en auténtica plaga social.

      En la situación actual son muchísimos los hombres y mujeres que huyendo de la sabiduría buscan salida para sus melancolías en la magia, es decir, en cualquiera de las innumerables formas de magia que puede fabricar el hombre. En la sociedad de consumo todo o casi todo es magia y, si no, vean ustedes la publicidad televisiva.

      Asimismo puede afirmarse que la astrología y otras alucinaciones mistagógicas, gnosis y saberes secretos, están ahora más de moda que lo hayan estado nunca en los tiempos modernos.

      Para mí todo esto no es más que un signo de la gran desesperación en que los hombres vamos cayendo. Pero sabiduría consiste en luchar y en seguir esperando contra toda desesperanza.

 

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