Carlos Santamaría y su obra escrita

 

De geoestrategia

 

El Diario Vasco, 1983-10-23

 

      La geopolítica y la geoestrategia híbridos modernísimos de la ciencia geográfica con el saber político y la ciencia militar están actualmente al orden del día. Hoy se sabe que los problemas de la paz y de la guerra necesitan en último término un tratamiento a escala mundial que en otros tiempos hubiera sido inimaginable.

      La invención de las armas nucleares ha contribuido notablemente a esta planetarización que ya venía impuesta por otros factores. En este momento, ningún pueblo puede considerarse libre de los efectos de una posible guerra atómica.

      Algunos estrategas americanos defienden la posibilidad de una «guerra nuclear controlada» o «limitada». Pero no es ésta la opinión de otros especialistas americanos como Desmond Ball en su libro «Can Nuclear War be controlled?» y de la mayor parte de los europeos.

      Según éstos la guerra nuclear, si llegase a estallar ahora, no podría ser reducida al «teatro de guerra europeo». Dada la situación estratégica actual en el continente, las «armas de teatro» o «armas tácticas» de mediano alcance se transformarían prácticamente en «armas estratégicas» puesto que por medio de ellas los occidentales podrían atacar directamente al territorio mismo de la URSS, mientras que los EE.UU. contemplarían desde muy lejos el desarrollo de la batalla.

      Esta ambigüedad del uso de las TNF («Theater Nuclear Forces»), que los rusos temen y denuncian, es lo que haría incontrolable y necesariamente generalizable el conflicto europeo. Las armas intercontinentales entrarían rápidamente en juego.

      Desde este punto de vista la idea de una guerra nuclear limitada constituye pues una ilusión muy peligrosa: a partir de ella podría ocurrir que las potencias atómicas se vieron introducidas, sin haberlo querido, en una guerra nuclear planetaria, de dimensiones auténticamente apocalípticas. (Y esto no es ciencia-ficción).

      La única posibilidad real de vencer la guerra nuclear es la de destruir las armas, las cuales nunca debieran haber existido. Como se dice en la película «Juegos de guerra»: «Este es un juego en el que sólo se puede ganar no jugando».

      Pero, cuando llegue el momento crítico, ¿se podrá no jugar? Esta es la cuestión.

      El mundo actual, a pesar de sus enormes tensiones internas, constituye una unidad de la que ninguna nación, grande o pequeña puede escapar. En este sentido han llamado la atención unas recientes declaraciones calificadas, por algún periódico, de «angelicales» del ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, en las que éste propugnaba para España «una política equidistante entre el Este y el Oeste».

      Todo el mundo sabe —y el ministro mejor que nadie— que a la hora de la verdad esa «equidistancia» se haría por completo imposible. Ni siquiera Francia e Inglaterra, pese a sus armas disuasorias, pueden permanecer al margen de la bipolarización estratégico-política del mundo actual. Pensar que un referéndum contra la entrada del Estado español en la OTAN vaya a salvarnos de la conflagración nuclear resultaría también demasiado ingenuo.

      Al parecer el único planteamiento correcto del problema geo-estratégico sería el siguiente.

      El planeta se halla actualmente cruzado por dos grandes frentes: el frente Este/Oeste en el que se ventila la supremacía política, militar, económica e ideológica sobre la totalidad del mundo terráqueo y el frente Norte/Sur, frente de la miseria y el hambre, que separa a los pueblos ricos de los pueblos pobres.

      Mientras la política de armamentos siga consumiendo cantidades astronómicas de dinero y de esfuerzo humano, será imposible que se dé cara al «imperativo categórico» de la hora presente: acabar con el subdesarrollo y la indigencia física y moral de casi una mitad de la Humanidad.

      Cuál de los dos frentes debe ser prioritario en este momento es, por tanto, cosa que no ofrece duda, si se piensa con un mínimo de racionalidad: el frente Este/Oeste debe ser inmovilizado o congelado y todos los esfuerzos se han de concentrar en el frente Norte/Sur para obtener la victoria definitiva sobre la miseria.

      Personalmente yo no dudo de que Reagan y Andropov están en esa línea. Pero ¿lo consentirían los ideólogos, los militaristas, los belicistas y los profetas de uno y otro bando?

 

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