Carlos Santamaría y su obra escrita

 

El huevo trasparente

 

El Diario Vasco, 1986-10-15

 

      Se anuncia en Francia la próxima aparición del libro titulado «El huevo trasparente», obra del genetista de fama mundial Jacques Testart. En este libro, Testart se ha propuesto explicar las razones morales que ha tenido para abandonar sus investigaciones sobre la fecundación «in vitro» y la manipulación de embriones humanos.

      Dicha decisión no puede menos de llamar nuestra atención, ya que la misma contradice la actitud habitual de los científicos, favorable al principio de la libertad de investigación.

      El biólogo francés es perfectamente consciente de las reacciones que va a provocar su nueva postura —que muchos juzgarán anticientífica— frente a las manipulaciones del ser humano.

      Â«Sé que mi posición es ultra-minoritaria en el campo científico... Tengo plenamente conciencia de que semejante decisión equivale, para mí, a una especie de suicidio profesional —ha declarado Jacques Testart a un periodista de 'Le Monde'—. Pero la lógica de la libertad de investigación no puede ser aplicada a un campo en el que se presiente ya, a muy corto plazo, un gran peligro para el hombre».

      El hecho de que sea un genetista de la talla de Testart quien se haya manifestado en contra de ciertos experimentos genéticos, refuerza la enorme preocupación que en todo momento existe acerca de los mismos.

      La humanidad se encuentra, en este caso, ante un peligro mucho mayor todavía que la famosa amenaza nuclear de la que tanto se habla.

      Corrobora este punto de vista el acuerdo adoptado el 24 de setiembre por la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, proponiendo la adopción de medidas legales que prohíban «la utilización de embriones y fetos humanos para fines diagnósticos, terapéuticos, científicos, industriales y comerciales».

      Sin duda, se trata solamente de una recomendación que la Asamblea hace al Comité de Ministros del Consejo y, por otra parte, éste no podrá, en su caso, imponer las medidas prohibitivas con carácter vinculante a los estados miembros.

      Pero no se puede ignorar el importante peso moral que este acuerdo va a ejercer en el futuro sobre las legislaciones de los países respectivos.

      La simple lectura de la lista de experimentos a prohibir formulada por los parlamentarios del Consejo nos revela las escalofriantes posibilidades que ya existen, en principio, en el campo de la investigación genética actual y prueba que en los escrúpulos de Jacques Testart no hay nada de exagerado o de fantástico.

      En todo esto, no se trata de ciencia-ficción. Aunque los resultados sean enteramente problemáticos e imprevisibles, la realización de tales experimentos es algo realmente posible e, incluso, inminente, si no se establece un cuadro legal que lo impida.

      Así, por ejemplo, para no citar más que unos cuantos casos entresacados de la mencionada lista: la implantación de un embrión humano en el útero de una hembra de otra especie —o la operación contraria—, con el fin de ensayar la producción de seres mixtos entre las dos especies y la fusión de gametos humanos con los de monos u otros animales con el mismo objetivo.

      Análogamente, la ectogénesis, es decir, la producción de un ser humano en el laboratorio, fuera del útero de una mujer, lo que evidentemente va mucho más lejos que la simple fecundación artificial; la unión de embriones y otras operaciones análogas destinadas a la fabricación de «quimeras» humanas y la creación de seres humanos no sólo gemelos, sino idénticos, en número indeterminado, por medio de una especie de sistemas de «plantación» genética, etc., etc.

      Los ejemplos citados son más que suficientes para dar al lector una idea de por dónde va o puede ir la cosa si no se logra contener este proceso presuntamente investigatorio.

      A la vista de todo esto, parece por completo laudable la conclusión a la que llega en términos generales, el acuerdo de los parlamentarios.

      Contra la opinión de los abortistas de que el embrión no es todavía algo humano, a lo que pueda atribuirse derecho alguno, la Asamblea del Consejo de Europa estima, de modo general, que toda intervención sobre el embrión o el feto vivientes, sea «in útero» o «in vitro», no es legítima más que en el caso de que busque el bien del niño que va a nacer.

 

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