Carlos Santamaría y su obra escrita

 

Conjunción propicia

 

El Diario Vasco, 1956-03-07

 

      Cuando dos astros están en una misma «casa celeste» —es decir, en una de las doce regiones en que los astrólogos dividen a la esfera estelar—, se dice, en el lenguaje de la cábala, que están en conjunción, suceso, al parecer, de gran importancia, lleno de presagios y de buenos y malos augurios.

      Se celebra hoy la fiesta del doctor angélico Santo Tomás de Aquino, Patrón de los intelectuales y máximo teólogo de todos los tiempos. Conjunción sumamente propicia para la aparición del primer de mis «Aspectos», llamados a cabalgar entre la teología y la sociología, la ética social y el saber político.

      Mis «Aspectos» han de estar siempre con la «filosofía del ser», la única substante, es decir, la única en la que se puede hacer pie de veras para caminar por esta tierra pedregosa.

      No debe desconocerse, sin embargo, la importancia, secundaria si se quiere, pero también esencial, de la «filosofía del parecer».

      Las cosas son lo que son y nuestro conocimiento de ellas no es una mera fantasmagoría o una ilusión caleidoscópica. Quede esto claro para que nadie me tome por «perspectivista» y vaya a condenarme «in petto».

      Las cosas son lo que son. Pero además «tienen» aspectos, caras o facetas y por otra parte nosotros mismos las miramos desde nuestros «puntos de vista»: doble fuente de diversidad, objetiva y subjetiva, que algunos espíritus impermeables y monolíticos, verdaderos maniáticos de las puras esencias, se empeñan en desconocer.

      La palabra «aspecto» tiene, precisamente, esta doble significación: los aspectos son las distintas superficies visibles de las cosas y son también las infinitas posturas en la que el espectador puede colocarse para mirarlas.

      Esta duplicidad de sentido me parece felicísima para mi objetivo. Aspecto es «punto de vista»; pero es también realidad ontológica, algo que está en la cosa y que nace de su misma esencia. La palabra «aspecto» me parece, filosóficamente hablando, muy superior a la expresión «punto de vista». Por eso la he elegido como blasón de mis reflexiones semanales.

      Una buena y honrada filosofía del ser implica una filosofía del parecer. La «filosofía del aspecto» será, pues, una filosofía del ser que no desdeñe el «parecer» de las cosas.

      La realidad no está exclusivamente formada de puntos de vista, pero TIENE ASPECTOS y es legítimo y necesario mirarla por sus caras.

      Â¿Por dónde habíamos de mirarla si no? ¿De qué me servirían a mí, cortejador y cautivador de esencias, poseerlas todas platónicamente, si a fuerza de contemplarlas en su propio cogollo esencial me olvidara de verlas en sus aspectos concretos, en sus facetas visibles, en las caras humanas qué ellas mismas me ofrecen?

      Aceptar que la realidad tiene aspectos no quiere decir, sin embargo —notémoslo bien—, que esa realidad pueda contradecirse a sí misma.

      El principio de identidad —«cada cosa es lo que es»— que, de estudiante siempre me pareció —lo confieso sinceramente— una enorme «lapalissade», es lo más profundo y difícil que se haya afirmado jamás. En él empiezan las dificultades, en él nace la discrepancia, en él se rompe la unidad de los sistemas filosóficos y se separa definitiva y terminantemente el existencialismo del esencialismo, la filosofía del ser de la filosofía del parecer.

      Si yo fuese inquisidor —cosa ciertamente imposible—, lo primero que les preguntaría a los presuntos herejes es esto: «¿Cree usted en el principio de identidad?». «¿Cree usted en que cada cosa es lo que es?». Luego ya nos entenderíamos más fácilmente.

      Sobre Santo Tomás volveremos otro día. Quisiera referirme a cierto fetichismo tomista que es la negación misma del espíritu del Santo.

 

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