Carlos Santamaría y su obra escrita

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El derecho a contradecirse

 

El Diario Vasco, 1982-04-04

 

      En la vista pública del juicio del 23-F una de las pocas cosas que van quedando claras es el derecho a contradecirse. La vista avanza, ciertamente, no deja de avanzar; pero lo hace de un modo contradictorio. El «discurso lógico» que debiera construirse en ella se torna cada vez más ilógico.

      Lo más grave del caso no es que cualquier declarante contradiga a otro, lo cual entra en la normalidad del diálogo racional. Lo más grave es que se contradiga a sí mismo y que afirme, de modo más o menos arrogante, que tiene derecho a hacerlo siempre que le venga en gana.

      Algo que se dice en términos claros y firmes, es decir un enunciado bien formulado, rigurosamente formulado, no puede ser al mismo tiempo verdadero y falso. Este es el llamado principio de contradicción de la lógica clásica. Y junto a él, casi confundido con él, está el que los antiguos llamaban el principio del «tertio excluso»: entre lo verdadero y lo falso no hay término medio: lo que no es verdadero es falso y lo que no es falso es verdadero.

      En estos principios se funda o se fundaba la lógica de siempre, la lógica bivalente, lógica de dos valores, lógica de lo verdadero y lo falso.

      Pero la lógica bivalente no es la única posible ni siquiera es la más útil en determinados campos. Así, por ejemplo, la lógica de los deseos no es bivalente: se pueden desear a la vez cosas contradictorias sin que por eso pase nada absurdo. El hecho es que desde hace tiempo el hombre de nuestro siglo —usted y yo, amigo lector— vive más en la lógica multivalente de los deseos y de las ilusiones que en la de las verdades inconcusas.

      Un juicio público como el que ahora se está viendo no hubiera podido producirse hace ochenta años sin que la sala y la opinión saltasen en pedazos.

      Claro está que ya existía entonces un señor llamado Miguel de Unamuno que afirmaba su derecho a contradecirse: «me contradigo y tengo derecho a hacerlo porque llevo dentro de mí muchos hombres, porque contengo muchedumbres».

      Pero esto no se lo tomaba nadie en serio y puede que ni él mismo se lo tomase, en su «fuero interno».

      Ahora es diferente. Ahora han nacido ya las lógicas trivalentes y multivalentes que incorporan la contradicción al sistema lógico. Estas nuevas lógicas no surgen por casualidad, sino porque la ciencia de hoy las necesita al tener que trabajar con realidades contradictorias.

      Un ejemplo muy elemental es el de la teoría de la luz. ¿De qué está hecha la luz? ¿De ondas o de corpúsculos? Ciertos hechos corroboran la primera hipótesis. Otros, en cambio, la segunda. Pero la ciencia no puede esperar: la física moderna acepta a la vez las dos hipótesis, carga con el mochuelo de la contradicción y va adelante.

      Pero no es sólo la ciencia sino la vida moderna toda. Ante la contradicción antes de decía: «Esto va mal; esto no puede ser así: retrocedamos». Ahora en cambio se dice: «Esto va mal, esto es contradictorio. Pero no podemos detenernos. Carguemos con la contradicción, asumámosla y sigamos adelante. Luego veremos lo que pasa».

      La lógica trivalente es la expresión científica del: «nada es verdad ni mentira» certeramente aludido por una de las figuras más ilustres del proceso. No lo digo en modo alguno con ironía. Hemos de convencernos de que el mundo de hoy es así. Ya lo era en tiempo de Campoamor y ahora lo es mucho más.

      El que no acepte esta paradoja fundamental no sólo no podrá entender nada del juicio del 23-F sino que tampoco entenderá nada de este nuestro fabuloso mundo de hoy.

 

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