Carlos Santamaría y su obra escrita

 

La propuesta de Gorbachov

 

El Diario Vasco, 1986-02-02

 

      La propuesta de Gorbachov el 16 de enero pasado, destinada a liberar a la humanidad de todas las armas nucleares, causó una gran sensación en los medios internacionales. Esta es, sin duda alguna, la oferta de paz nuclear más completa y avanzada desde el año 46.

      A partir del «ultimatum» de la OTAN de 1979 sobre los euromisiles, las diversas proposiciones formuladas por la Administración Reagan habían sido calificadas de «cínicas trampas publicitarias», y otras cosas por el estilo, por los dirigentes de la URSS. Y algo análogo ocurrió con las ofertas soviéticas de desarme nuclear, airadamente desechadas por los americanos.

      Esta vez no ha sido así —por fortuna— y creo que todos podemos felicitarnos de ello. El presidente Reagan manifestó que algunas de las sugerencias del secretario general del Partido Comunista de la URSS «pueden ser constructivas» y se mostró dispuesto a un serio análisis de las mismas.

      En la situación actual esta simple toma en consideración es ya un paso adelante.

      Es cierto que los diplomáticos no suelen atribuir casi ningún valor a este género de declaraciones públicas, hechas para la galería, y que no van acompañadas de las precisiones técnicas necesarias.

      Â¿Será este el caso de la propuesta Gorbachov? Nada parece indicarlo así. Destacados observadores occidentales han encontrado en ella elementos nuevos y realmente valiosos que permiten esperar una negociación fecunda.

      Así, por ejemplo, la postura soviética cambia notablemente en lo que se refiere a la comprobación del cumplimiento de los acuerdos que se adopten para el desarme nuclear. Hasta ahora los rusos se habían negado siempre a una inspección sobre el terreno. Desde su punto de vista, la vigilancia de los satélites espías debía ser suficiente para llevar a cabo dicho control. Ahora, en cambio, la propuesta Gorbachov acepta la exigencia americana: el cumplimiento de los acuerdos podrá ser contrastado por técnicos de ambas partes y nada quedará oculto para ellos.

      Esta afirmación es tanto más valiosa cuando que la propuesta indica los puntos a los que la comprobación deberá ser aplicada: destrucción de armamentos nucleares; control del emplazamiento de fábricas de armas químicas y destrucción de éstas; reducción de fuerzas convencionales e instalación de puestos de vigilancia permanentes destinados a contrastar los efectivos de las mismas; cese de experiencias o pruebas nucleares. En todos estos casos la ejecución de cada acuerdo será rigurosamente comprobada, incluso por medio de visitas al territorio «adversario».

      Por otra parte, esta cuestión del control no es la única novedad importante de la propuesta Gorbachov. Se da el caso de que ésta elimina una de las cuestiones más batallonas de los últimos años: la de la contabilización de las fuerzas nucleares francesas y británicas.

      Hasta ahora los soviéticos habían hablado siempre de establecer un equilibrio en Europa entre sus propias armas nucleares por una parte y las de los tres Estados occidentales, por la otra. De esta suerte, las armas francesas y británicas eran contabilizadas por los rusos juntamente con las americanas, con lo cual el exigido por ellos era evidentemente mucho más elevado.

      Los occidentales respondían: dejemos de lado las armas aliadas, cuyo fin es puramente defensivo, y establezcamos el equilibrio únicamente entre las fuerzas soviéticas y las americanas. La dificultad era pues insalvable.

      Pues bien, lo sorprendente de la propuesta Gorbachov es que éste renuncia por fin a tal exigencia. Según la propuesta, las fuerzas franco-británicas no serán tenidas en cuenta por ahora y su desaparición sólo será discutida en una conferencia abierta, en la que entrarán los propios europeos y que no tendrá lugar hasta después del año 90.

      También la decisión definitiva sobre la IDS, es decir sobre las armas espaciales antimisiles y antisatélites, quedará relegada hasta los años 90-95 y será resuelta en una conferencia internacional de los países industriales más importantes. Desaparece así uno de los puntos que más claramente enfrenta hoy a rusos y americanos.

      Ahora bien, a pesar de todos estos aspectos favorables, parece evidente que la aplicación del plan Gorbachov acarrearía notables complicaciones a los estadounidenses. En primer lugar les impediría lanzar al espacio sus nuevas armas de defensa estratégica, en el supuesto de que las consiguiesen a plazo breve, cosa en realidad poco probable. Enturbiaría además las relaciones entre USA y sus amigos europeos, al verse obligada América a suspender sus envíos de armamento nuclear a la Gran Bretaña y poner pegas a la «force de frappe» francesa. Y, sobre todo, sería el principio de una nueva estrategia, en sustitución de la disuasión, sumamente difícil de aplicar ya que el desarme nuclear puede crear vacíos y con ello nuevas amenazas de guerras en el mundo aunque sólo sean convencionales.

      Sin embargo yo soy de los que ven con optimismo la propuesta Gorbachov y creo en la posibilidad de que ésta se abra paso a través de las innumerables dificultades existentes para la paz nuclear.

      No tardaremos mucho en poder comprobarlo a través de los primeros resultados que se obtengan en Ginebra.

 

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