Carlos Santamaría y su obra escrita

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Carlos Santamaría

 

El Diario Vasco, 1984-06-11

 

Gloria Abanda Zendoia

 

    Vive encalmado en su experiencia que es larga en abundancias. Pátina antigua de docencia vocacional y sentida, jamás ausente de una «agradable conversación», como él mismo ha denominado nuestra charla, en una mañana recoleta de la Plaza del Buen Pastor, mientras algunos niños, en la antesala preescolar, consumen, sin saberlo, su última primavera de ocios matinales, y las horas transcurren pausadas, mecidas en el carrillón decimonónico de un reloj cercano. Y cuando le pregunto por su vida, mueve las manos pequeñas —blancas y azules de venas que el tiempo se empeñó en buscarle transparencias venerables— en el único gesto nervioso que he advertido en D. Carlos. Y dice que no. Que quien más, quien menos, ya sabe de su existencia y de su andadura por muy diversos caminos. Tantos que, quizá el lector —sigue diciendo— puede caer en la confusión de su auténtica identidad. Entonces, yo tengo que decir, que este Doctor en Matemáticas, de gran repercusión social, fue profesor de muchos ingenieros del país. Y que en su tesis doctoral, trabajó con el insigne riojano Rey Pastor. Y también que, durante cuarenta años, dirigió el Observatorio Meteorológico de Igueldo. Promotor de las «Conversaciones Católicas Internacionales» que mantuvieron su aliento desde su fundación, en mil novecientos cuarenta y siete, hasta el sesenta. Director de la revista «Documentos», alumbrada en estas «Conversaciones», que se animaban con las más diversas ideologías políticas, cuando aún nuestras fronteras estaban cerradas a la libertad. Fundador del Liceo Santo Tomás, Consejero de Educación, bajo cuya gestión se obtuvo el Decreto de Bilingüismo, Académico de la Lengua Vasca...

 

    Y autor durante muchos años, de una Sección Semanal que publicaba el DIARIO VASCO, bajo el título genérico de ASPECTOS y que usted dejó de escribir recientemente.

    Sí, comencé a escribirlos en el año cincuenta y seis. Y lo hice, porque había cosas que decir. La atmósfera de entonces, impedía hablar con claridad. Había como una especie de mordaza colectiva. Mis aspectos, se apoyaban en el tratamiento sutil de los temas y en la crítica de otros que aquí nunca se trataban. De entonces me queda una abundante correspondencia que constata que me leía mucha gente. Hubo un lapso, debido a mi trabajo en el Consejo General Vasco, pero cuando lo dejé, al ver los muchos problemas que se me venían encima y tomar conciencia de que, debido a mi edad, yo no iba a poder afrontar, y también por añoranza, reemprendí esta serie de artículos.

 

Cambio

 

    Y aquí, una vez más, los versos del chileno Neruda, se vuelven ley natural que hacen cambiante al hombre. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos...

    Algo había de eso. Ya todo era muy distinto y no se necesitaba la sutileza de antaño. Se emplea un lenguaje más claro y esto, a veces, resulta menos interesante. Ya no despertaban el interés de antes, porque el clima general tampoco era el mismo. Y ocurría, también, que al sacar un asunto nuevo cada semana, es trabajo más propio de un periodista que de un jubilado, por el esfuerzo que entraña. Era una gran pérdida de tiempo para mis otras actividades de más fondo y de una mayor estabilidad. Lo cierto es que lo dejé con gran pena.

 

    Jubilado como director del Observatorio, lo es también de la Enseñanza, si es que una vocación tan profundamente arraigada como de don Carlos, puede cesar por un simple decreto que se hizo ley.

    Yo sigo conservando la misma vocación, pero es fatigosa y me cansaba, pero tenía la enorme ventaja del contacto constante con los jóvenes. He vivido siempre este ambiente y ahora echo en falta su presencia.

 

    Ausencia que no produce soledades intelectuales. Hay fibras jóvenes en cada proyecto de don Carlos, energía entre sus manos, para dar forma, cada día a la observancia y constatación del acontecimiento, en apariencia mínimo y que es el auténtico pulso que luego genera el gran hecho que se vuelve noticia.

    Ahora estoy empeñado en seguir día a día, paso a paso, lo que sucede, sobre temas nucleares. para ello, trabajo en varios diarios que voy recogiendo de la prensa nacional y extranjera. Tengo datos y libros desde el año cuarenta y cinco en que ocurrió la tragedia de Hiroshima y desde entonces, he acumulado muchos elementos. Recientemente di unas conferencias sobre «Armas nucleares y conciencia cristiana». Con todo ello, escribiré un libro y también artículos, pero estos, más como residuos sobrantes de mi actividad central. Creo que puede resultar algo muy interesante, porque poca gente sabe aquí nada sobre esta cuestión.

 

Saben

 

    Tiene don Carlos, en el libro de sus convicciones, todo el saber acumulado de investigación nuclear y una idea estricta y concisa de la acepción de la palabra pacifista.

    Fui el secretario internacional de Pax Christi, movimiento pacifista. Aquí tuvo mucha importancia, porque entonces no se disponía de medios de expresión, ya que todo, estaba hermetizado. Hacia falta crear algo y en Pax Christi, había una gran libertad. Un movimiento de estas características, no chocaba en los medios políticos y no se inmiscuían. Sin embargo, hacíamos una labor importante. Hay, concretamente, toda una generación de políticos que pasaron o estuvieron muy cerca del movimiento. Yo creé la sección española y nuestra función concreta, era estudiar todos los problemas relativos a la paz y a la guerra y, por supuesto, la oposición a la misma, como es norma de todos los movimientos pacifistas, pero apoyándonos un poco en las posturas católicas o cristianas.

 

    Es el contrasentido, la paradoja, la eterna contradicción que hace del hombre el más absurdo resultado de la Creación. El miedo secular al misterio de la muerte, nos coloca contra la guerra, convoy de pasajeros involuntarios hacia un destino incierto. Por tanto, nadie quiere la muerte, nadie desea la contienda y, paradójicamente, los brotes beligerantes, encendidos con la llama de la escasa voluntad, provoca, aquí y allá, volcanes que vierten su magma destructor entre los hombres.

    Es muy fácil decir que se está contra la guerra. La actitud pacifista tiene una salida inmensa, ya que cuenta con el apoyo popular. Todo el mundo está contra la muerte y por tanto, contra la guerra. Pero todos los ANTIS, tienen un peligro, y es que dicen lo que no quieren, pero en contrapartida, no arbitran soluciones. En este momento, se cuestiona el referéndum sobre la OTAN. Entonces, ¿qué política tiene que seguir España, en un cuadro estratégico general y de acuerdo a su situación, para no quedar aislada y mantener sus alianzas? Hay que tener en cuenta que, desde principios de siglo, España no ha padecido ninguna guerra que no haya sido civil o colonial y durante toda la época del franquismo, se vivió de espaldas a la realidad. Un país no puede vivir sin alianzas. Las inhibiciones de entonces, las estamos pagando ahora, que nos encontramos sin ninguna relevancia internacional. Felipe González, una vez en el poder, ha visto las cosas de un modo perfecto y se ha dado cuenta de la necesidad que tenemos de amigos. Lo que no impide la neutralidad, que debe conservarse, ya que todos los países que están en la OTAN, no son unilaterales ni antisoviéticos.

 

Replanteamiento

 

    Quizá habría que replantearse las estructuras en que se apoya todo el edificio que conforma la OTAN.

    Eso es evidente. La OTAN tiene que cambiar y España debe coadyuvar. Es el problema que ya se plantea toda Europa; el de su propia defensa. EE.UU., necesita un teatro de guerra limitado, y ese escenario, lógicamente es Europa, lo que constituiría nuestra destrucción. Por tanto, la «defensa» americana, desengañémonos, es muy sui géneris y responde bien a una guerra lejana. Por ello, me parece un acierto el que Felipe González, haya visto la conveniencia de mantenernos dentro. En este caso, una presencia, puede hacer mejor servicio a la paz, que la ausencia. La defensa flexible es una de las cosas más nefandas que se hayan podido inventar para Europa. Porque la primera destrucción, va a ser la del defendido.

 

    A los hombres se nos quedó prendida la memoria en las esquinas del tiempo. Amnesias que borraron ya el recuerdo de ocho millones de muertos en la primera guerra mundial y cincuenta y tres en la última, de los cuales, veintisiete millones, eran no combatientes.

    Estos datos dan medida de la ferocidad de las guerras. Pero en estos momentos, yo no creo que exista el peligro del Apocalipsis como fin de la humanidad. Pero dados los medios de destrucción que hay ahora y que no son sólo nucleares, sino las armas clásicas muy perfeccionadas, habría que pensar en cientos de millones de víctimas, los primeros meses y un deterioro del sistema de la sociedad. Una guerra así sería un gran retroceso en la civilización y de imprevisibles efectos para las nuevas generaciones. Sería una ingenuidad pensar que los problemas entre los estados, fueran a dirimirse sin poner en juego todo su potencial. Sería una guerra sin victoria. Por ello, la situación debe evolucionar hacia un pacifismo racional. El problema consiste en que hay que suprimir el arma nuclear, pero no sabemos cómo.

 

    Trilogía de temas que mantienen viva su actividad, son, además de sus estudios nucleares, las relaciones del hombre con el marxismo, consideraciones que ha plasmado en un trabajo en euskera y que ha publicado Jakin. Otro apasionamiento de su vida, es el tema de la nación.

    El tema de la nación, lo he profundizado mucho. Y no se reduce a un «anti». Yo no puedo ser antiespañol, de la misma manera que no podría ser antivasco. El nacionalismo es un ser vivo en el que concurren muchos factores que no son los mismos para unos que para otros, y sí muchos coincidentes, como el amor a la tierra, la identidad del pueblo vasco y que siga existiendo la nación vasca. Pero yo creo que están equivocados los que confunden Nación, con Estado. Y sobre todo, es doloroso que, estas cuestiones se diriman con guerras perpetuas. he llegado a una edad suficiente como para creer que en todos los partidos e ideologías, hay algo bueno y aprovechable.

 

Participación

 

    Disintiendo del profesor José Luis Aranguren, que se muestra contrario al partidismo, usted opina que el ciudadano debiera integrarse y participar más en los partidos.

    Dice usted bien. En una democracia de partidos, como es la nuestra, todos debían estarlo, pero con un sentido de filiación que no fuese el que corrientemente se tiene. Si los partidos tienen votos, simpatizantes, incluso masas, pero no tiene los militantes que necesita toda organización permanente.

 

    Sin embargo, la crisis de Navarra, está demostrando que el partido puede resquebrajarse.

    Sí, y esto es preocupante no sólo a nivel de partido, sino para Euskadi e incluso para toda España. Se ha cometido un error de omisión que ahora les lleva a no poder cumplir las promesas pactadas. Cuando una autoridad de una orden, debe saber todas las consecuencias que pueden tener sus actos. Es lo que Santo Tomás llamaba «la prudencia de los príncipes» en este caso, de los políticos. La propuesta a los dirigentes del PNV de Navarra, la solución y creo que con razón, les produce las mismas náuseas que hacerles comer carne de cerdo a los mahometanos. Ahora, de lo que se trata, es de evitar que no se hunda el PNV de Navarra, la NO PRESENCIA NACIONALISTA allí, sería muy grave, puesto que se produciría una nacionalismo de comunidad vasca, pero ya no lo sería de toda la Nación. Yo soy partidario de la autoridad, porque sin ella no podría haber sociedad y debemos defenderla entre todos. Pero también entiendo, que la verdadera autoridad, no debe ser autoritaria. El buen sentido debe imponerse siempre. Hay quien dice que este caso es inapelable porque ya está dictado por el órgano supremo, pero todo en este mundo es apelable, afirmar lo contrario, es pecar de ignorancia. Hay que buscar un diálogo antes de llevar las medidas a ultranza. Este asunto no puede agravarse por la intransigencia que es un tanto simplista. El simplismo, siempre es mentira, porque todo es complejo. Hay que seguir esforzándose hacia una mayor serenidad, que traiga la tranquilidad al País Vasco.

 

    Y en la serenidad de su trabajo le dejamos. El reloj cercano, de nuevo ha hecho advertencia de sus horas. Ya no hay niños jugando en los jardines. Y una, con la carpeta de apuntes bajo el brazo, se ha sentido como en los viejos tiempos de estudiante. Después de estar con don Carlos, la sensación era propicia. De recuerdos, vivencias y anécdotas que conforman la historia más cercana de nuestro país, me ha dado una lección magistral. Gracias.

 

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