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Gure txokoak: Cuando el vacío se convierte en arquitectura

  • Photocampus

Fecha de primera publicación: 23/06/2021

Javier Bengoa
Edificio II de la Facultad de Educación, Filosofía y Antropología (HEFA II). Fotografía: Jorge Navarro. Oficina de Comunicación, UPV/EHU.

No cabe duda de que en los insistentes procesos proyectuales, a veces tras largo tiempo de obsesiones pensativas, estas producen el deseo de plasmarlos mediante materiales que edifican la arquitectura. Estas “comprobaciones” evidencian la suma de cavilares proyectuales que en la gran mayoría de los casos, si son exigentes, producen el derrumbe de la estructura pensante del autor. Y esta misma materia que sugiere modificaciones que dirigen y sorprenden a la mente y manos provoca resultados de creación. Ese ir y venir entre materia vista y manos que la modifican, que no solo desde lo que las mentes cojas imaginan con pantallas sorprendentes, consigue trazar los pasos de evolución hacia un resultado que la mente y las manos deciden como aceptado.

Resulta una determinada arquitectura que responde a unas exigencias externas que el autor teje y que termina siendo un volumen arquitectónico.

Después viene el uso, que unas veces condiciona en sentido positivo, y otras negativo, dependiendo del acierto proyectual, así como de la asimilación y la adaptación espacial del usuario. En contadas ocasiones, se llega a provocar aquello que es la esencia poética que emerge del lugar.

El edificio II de la Facultad de Educación, Filosofía y Antropología (HEFA II) ocupa un espacio de tierra y limita su volumen con una escenografía de pieles envolventes dando diálogo a los vacíos de calles y jardín arropados por los tres edificios anexos.

Pero HEFA II, por cuestiones de dimensión, necesita eliminar cierta masa central para permitir optimizar los espacios no próximos a la piel de relación perimetral del edificio. De ahí, el autor genera un vacío en su interior de planta circular sin acceso al usuario, una tierra de nadie.

La plantación vegetal desvela el tiempo transcurrido desde su nacimiento arquitectónico y es testigo activo del devenir de ocupación de aulas perimetrales. A veces, como en este espacio cerrado, se armoniza una naturaleza que prácticamente vive sin ningún mantenimiento. Pero el “usuario naturaleza” ha completado convivencias de vegetación complementaria de helechos, y otros que sin ser de visión primaria cohabitan en una casa-arquitectura para la naturaleza en un mundo de silencio aislado.

La naturaleza ha encontrado su acomodo en esa “prisión” que también es su casa, aunque somos nosotros los que vivimos de ella a pesar de que nos sentimos con ojos dominadores en el recorrido de pasillos limítrofes a esta desocupación interior.

En definitiva, una arquitectura vacía donde la piel perimetral de vidrio y ladrillo construye un espacio arquitectónico de naturaleza, un hábitat que, a diferencia de nuestra concepción espacial de ocupación, se convierte en vacante habitada por la naturaleza. Su piel limítrofe, al contrario de la arquitectura ocupada que respira a través de huecos al exterior, responde a un espacio con vecindad hacia los espacios de interior.

Su única puerta celeste del vacío interior ha permitido que el Mirlo entre y construya allí su nido; volumen positivo en un espacio negativo… su casa. Posiblemente su mensajero, con andares aéreos de ida y con semillas exteriores de vuelta, trae las huidas silenciosas de nuevas vidas interiores y regala cantos que cuentan los atardeceres nunca vistos por las hojas ciegas de lejanías rojizas que encuentran acomodo en ese mundo o este pequeño universo no lejano a la tierra… o en cualquier caso, más cercano que la luna.

Este es el lugar elegido por Javier Bengoa, Mungi, arquitecto y profesor de la Escuela de Arquitectura. Él es también el autor de estas líneas.

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