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Premio Victoria Kent de investigación feminista de la Universidad de Málaga

«Ayudó a formar la identidad de las mujeres trabajadoras»

Eider de Dios Fernández logra el premio por una investigación sobre la historia del servicio doméstico desde el franquismo a la transición

  • Entrevista

Fecha de primera publicación: 30/03/2017

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La Universidad de Málaga ha otorgado el premio Victoria Kent a Eider de Dios Fernández, una joven doctora del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, que ha centrado su investigación sobre la historia del servicio doméstico entrevistando a muchas trabajadoras de hogar de nuestro entorno. Un análisis de la historia familiar que permite observar cómo se relacionan las diferentes clases sociales y cómo se construyen las identidades a partir de la mutua diferenciación.

Eider de Dios Fernández (Baracaldo, 1985), licenciada en Historia por la Universidad de Deusto, realizó el Máster interuniversitario en Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco, donde defendió su tesis ‘Clase, género e identidad en el Gran Bilbao a través del servicio doméstico (1958-1985)', dirigida por Mercedes Arbaiza y Miren Llona. Su investigación se ha centrado en el proceso de construcción de la identidad de la mujer trabajadora, la evolución del servicio doméstico hasta nuestros días y la adaptación de las emigrantes durante el franquismo en el País Vasco, y los cambios sociales que se dieron desde el desarrollismo hasta la transición en el Gran Bilbao. Todo ello con una metodología basada en la historia oral.
Tras obtener el premio Victoria Kent, Campusa se ha puesto en contacto con ella para hablar de su investigación.

¿Qué ha supuesto para usted este premio?
Un reconocimiento muy valioso, tanto del trabajo que he llevado a cabo durante varios años como del propio estudio del servicio doméstico, que considero necesario para entender el funcionamiento interno de cada sociedad. Mi objetivo siempre había sido dar visibilidad a un tema fundamental que explicaba las relaciones de poder en el franquismo, pero también el insatisfactorio reparto de tareas domésticas hoy en día. El premio ha venido a reforzar esa necesidad de hacer visible un tema que, a pesar de que es fundamental, al llevarse a cabo en el interior de las casas, es invisibilizado. En parte, uno de mis objetivos durante la tesis doctoral fue explicar el contenido político del servicio doméstico, una hermenéutica que nos puede revelar un sistema relacional de clases y de géneros, y creo que el premio ha reconocido esa carga política. En definitiva, es un reconocimiento al trabajo de las mujeres del servicio doméstico y a mis entrevistadas, a las que en realidad debo el premio.

Su investigación se centra en la historia del servicio doméstico. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de ese estudio?
Puede que sea el hecho de que ejemplifica como muy pocos objetos de estudio que la historia no es lineal, cuestiona constantemente el ideal de progreso. El servicio doméstico ha vivido grandes avances y retrocesos, el siglo XX es un buen ejemplo de sus mejoras pero también de sus involuciones.

¿Se han superado los estereotipos transmitidos por el franquismo?
Creo que han cambiado los estereotipos, pero que no han sido superados. Hoy en día muy pocas personas asocian el servicio doméstico con la muchacha iletrada venida del pueblo, "rompeplatos" como decían los periódicos durante el franquismo. Y, desde luego, tampoco con las perdedoras de la Guerra Civil o sus hijas e hijos. El servicio doméstico ya no es una institución que trata de reeducar a las hijas de "la otra España". No obstante, hoy en día es uno de los pilares del "mito de la clase media". Me refiero a que es fundamental para sustentar el sistema patriarcal y el deficitario Estado de Bienestar, y aunque con respecto al primer franquismo haya mejorado notablemente, sigue siendo clasista, ahora con las migrantes extracomunitarias especialmente.

«El servicio doméstico sigue siendo clasista, ahora con las migrantes extracomunitarias especialmente»

Al principio, las mujeres emigraban a la ciudad para mejorar sus expectativas de futuro…
Sí, incluso en los primeros años del franquismo la gente huía a las ciudades como forma de intentar escapar de la dura represión de la posguerra, y las mujeres hicieron esa migración a partir del servicio doméstico. En los cincuenta, la emigración iba de la mano del cambio de modelo de feminidad hacia una mujer más dinámica, querían romper con la línea de continuidad representada por el pueblo, con la vida de sus abuelos y abuelas, padres y madres. Querían mejorar y, en gran medida, así lo hicieron, no sólo a nivel de escala social, que es una expresión que no me gusta, en la ciudad, en este caso en Bilbao, sino que, con mucho esfuerzo, pudieron seguir estudiando, ganaron seguridad, ya que fueron capaces de hacerse rápidamente a un mundo que podía resultar hostil, pudieron relacionarse con gente muy diversa e incluso militar en el asociacionismo de barrio o en el antifranquismo.

Luego cambió, ya no se trataba de una dedicación vital, ni un oficio a perpetuidad sino una actividad temporal…
Sí, totalmente. A partir de los cincuenta las mujeres que entraron en el servicio doméstico lo hicieron pensando que era la mejor forma para una mujer de clase humilde de llegar a la ciudad y de poder ahorrar así durante unos años, pero nunca como un oficio vitalicio. De todas maneras, creo que las sirvientas y los sirvientes vitalicios, al menos en la historia contemporánea de España, siempre fueron excepcionales, pero el franquismo quiso ver en esa excepcionalidad la norma dentro de su concepción idealista del pasado, y publicitó esa idea de él o ella en el servicio vitalicio como modelo a seguir.

¿Cuándo se produce la profesionalización del servicio doméstico?
Es un proceso con numerosos avances y retrocesos. En el siglo XIX hubo proyectos de igualar el servicio doméstico al resto de sectores laborales, pero es en el siglo XX cuando se da el primer intento de profesionalización, durante la II República. Lo que ocurrió es que no se incluyó al servicio doméstico en todas las regulaciones laborales, sí en la Ley de Contrato de Trabajo pero no en la Ley de Jornada Máxima, ambas dictadas en 1931. Aun así, durante el periodo republicano se produjeron mejoras, de hecho la CNT y la UGT las consideraron trabajadoras de pleno derecho y dispusieron de secciones en las organizaciones para "las empleadas del servicio doméstico". Incluso, varios de estos grupos de trabajadoras sindicadas protagonizaron huelgas y manifestaciones, especialmente en Andalucía, reivindicando la igualación con el resto de sectores laborales. De hecho, para la dictadura, esas movilizaciones fueron uno de los máximos exponentes de cómo durante el período republicano el orden social se había trastocado y quiso borrar toda huella de profesionalización. De esta manera, se excluyó totalmente el servicio doméstico de las regulaciones laborales y quedó a libre disposición de las familias. Sin embargo, la sociedad de posguerra no era la misma que la de finales de los cincuenta, tampoco eran las mismas las mujeres que entraban en el servicio doméstico, ellas mismas se veían mujeres profesionales y reivindicaron mejoras en todos los ámbitos, en el laboral y también en las relaciones con los señores de la casa. Digamos que el proceso que llega a nuestros días, y que aún continúa, comienza ahí, a finales de los cincuenta.

«El servicio doméstico fue una forma de reeducar a la población pobre vinculada a "la otra España"»

¿Qué relación hubo entre "las que tienen que servir" y las servidas?
Muy compleja. Depende de la etapa a la que nos refiramos y también de las familias, si se trata de ámbito rural o urbano, clase social de la familia empleadora… Mi tesis cubre tres etapas: la posguerra y el primer franquismo, el segundo franquismo y la transición. En la primera etapa se daba una especie de semi-adopción en la que las muchachas generalmente no eran remuneradas económicamente, porque se entendía que era suficiente con la manutención y con la educación o reeducación que la familia empleadora le iba a dar. No olvidemos que el servicio doméstico fue una forma de reeducar a la población pobre vinculada a "la otra España". No se trataba de una relación laboral sino que, por lo que podemos deducir del testimonio de las entrevistadas, las señoras de la casa a menudo se comportaron como una suerte de madre/madrastra. Durante la segunda etapa se dio un sistema mixto, el servicio doméstico es una mezcla entre el régimen de semi-adopción anterior y un sector que se va profesionalizando. Esa profesionalización fue de la mano del incremento de las interinas, empleadas por horas que podían limitar mejor sus horarios y responsabilidades. Estas mujeres, al no convivir con las señoras de la casa, cambiaron la forma de relacionarse con ellas. El tipo de relaciones que se tejieron desde entonces fueron muy diversas, podían ir desde el mutuo distanciamiento, ya que ambas representaban dos modelos de mujer muy diferentes, hasta una relación laboral estricta, pasando incluso por una relación de mutua complicidad a través de la búsqueda de puntos comunes como mujeres casadas, como mujeres con hijos e hijas o como profesionales.

¿Sirvió a las mujeres para desarrollar su identidad?
Sí, desde luego. Es cierto que muchas mujeres que han trabajado en el servicio doméstico o que trabajan hoy en día no han querido ser entrevistadas. De hecho, aprovecho para hacer un llamamiento a las mujeres que quieran contar su historia que se pongan en contacto conmigo. El hecho de que muchas no hayan querido ser entrevistadas nos indica que existe cierta vergüenza al reconocer esa actividad. Sin embargo, en las mujeres que han querido ser entrevistadas la idea de que el servicio doméstico les ha ayudado a formar su identidad de mujeres trabajadoras, súpermujeres o mujeres hechas a sí mismas es evidente.

Con la emigración actual, ¿están volviendo aquellos modelos?
A primera vista puede parecer que así es, sobre todo si tenemos en cuenta que el régimen interno desde los años setenta se había reducido hasta convertirse en algo meramente anecdótico, o en una rémora del pasado, y que a comienzos de la década del 2000, con la emigración, vivió otra época dorada. Sin embargo, si escuchamos a sus protagonistas vemos que en este como en otros muchos temas nunca se vuelve completamente atrás. Como me indicó Pilar Gil, una de las fundadoras de la Asociación de Trabajadoras de Hogar de Bizkaia, las mujeres migradas actuales están sabiendo reivindicar con mayor contundencia su afiliación en la Seguridad Social. Bien porque necesitan los famosos "papeles", bien porque siguen un modelo de mujer más independiente que el que siguieron las mujeres que entraron en el servicio doméstico durante los cincuenta y sesenta, cuando gran parte de ellas podía contar en el futuro con la pensión de jubilación de sus maridos. Las migrantes actuales solo disponen de ellas mismas y saben de la importancia de ser reconocidas oficialmente como trabajadoras, y luchan por ello. De esta manera han podido reforzar la lucha de las trabajadoras de hogar en el Estado.