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Los países desarrollados ocultan injusticias en el pago de la electricidad consumida en los productos importados

El estudio realizado en la UPV/EHU introduce un enfoque cuantitativo al debate de la justicia energética global

  • Investigación

Fecha de primera publicación: 12/05/2022

De izquierda a derecha, Roberto Bermejo, Gorka Bueno, Ortzi Akizu Gardoki y María San Salvador del Valle | Foto: Mitxi. UPV/EHU

Un estudio multidisciplinar de la UPV/EHU ha demostrado por primera vez las injusticias en el pago de la electricidad que existen actualmente en el mundo globalizado. El estudio revela que los países más desarrollados se benefician económicamente por realizar pagos injustos por la energía que se utiliza para producir los productos importados.

Cuando se habla de desarrollo sostenible y nuevos modelos energéticos, es fundamental considerar no solo el consumo directo de un país en la producción dentro del mismo, sino también tener en cuenta la energía incorporada a través de los bienes y servicios importados. 

El estudio realizado en el marco del Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional Hegoa, con la colaboración de los grupos de investigación Life Cycle Thinking Group y Ekopol, todos ellos de la UPV/EHU, ha medido la correspondiente huella eléctrica que se oculta en los productos manufacturados en otros países, y se ha comparado la diferencia de precio eléctrico que existiría si los productos fueran manufacturados de forma local. 

El trabajo de investigación se ha centrado en el flujo de la electricidad. Para ello, “hemos identificado no sólo el coste eléctrico de lo que se produce en cada país, sino también el coste eléctrico incorporado en los bienes y servicios importados y exportados”, cuenta María San Salvador del Valle primera autora del trabajo.  

Se han analizado 44 países (43 países específicos y otra región considerada el resto del mundo) y se han medido principalmente dos valores: por un lado, el Coste Eléctrico Oculto, es decir, la diferencia que existe en el pago por la electricidad entre lo que se produce y se consume en un país; y por otro lado, el hipotético coste eléctrico nacional si los países produjeran dentro de sus fronteras todos los bienes y servicios que consumen. La diferencia entre el coste eléctrico actual y el coste hipotético de autosuficiencia se ha denominado Coste Eléctrico Justo, un indicador que muestra cuánto ahorraría o gastaría un país para alcanzar la soberanía eléctrica. “Este indicador revela que hay países (normalmente desarrollados) que tendrían que hacer frente a costes superiores a los que pagan actualmente por externalizar la producción de bienes a otros países menos desarrollados”, señala María San Salvador del Valle. 

«Los diez países más desarrollados gastan de media un 14,36 % más en electricidad de lo declarado»

“El estudio demuestra que, teniendo en cuenta todas las importaciones, los diez países más desarrollados gastan de media un 14,36 % más en electricidad de lo declarado, y los diez menos desarrollados, un 1,35 % menos de lo declarado”, indica la autora. Además, “los diez países más desarrollados tendrían que gastar incluso un 0,86 % más para alcanzar la soberanía eléctrica, mientras que para los diez menos desarrollados la producción dirigida únicamente a su autoabastecimiento supondría un ahorro del 1,04 %”.  

Transición energética justa

Según María San Salvador del Valle, “estos dos indicadores analizados son un paso hacia la medición de las injusticias eléctricas globales, para poder avanzar hacia una transición energética más justa y sostenible a nivel global e impulsar políticas adecuadas. Sería apropiado reconocer que existe un pago desigual por los recursos naturales consumidos en otros países. Los países principalmente importadores están viendo cómo sus economías se benefician del comercio internacional a expensas de otros países principalmente exportadores, que enfrentan principalmente los impactos sociales y ambientales”.

“Este trabajo de investigación — continúa María San Salvador del Valle—, ha sido una oportunidad de complementar un debate habitualmente más cualitativo y teórico, como es el de la justicia energética, con un enfoque más cuantitativo y práctico, que ojalá sirva para enriquecer el debate y aportar nuevos puntos de vista y datos sobre los que apoyarse”.  

Todos los grupos que han participado en este trabajo coinciden en que “complementar el debate sobre una transición energética justa con este tipo de investigaciones cuantitativas aporta nuevos argumentos interesantes”. 

Referencia bibliográfica