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Larraitz Zumeta Sánchez
Participación, asociacionismo y migración en Euskadi: hacia un ‘nosotras’ plural y diverso
Investigadora de Ikuspegi – Observatorio Vasco de Inmigración, EHU
- Cathedra
Fecha de primera publicación: 13/11/2025
En Euskadi actualmente viven más de 300.000 personas de origen extranjero. Muchas de ellas llevan años formando parte activa de nuestra comunidad. Más allá de los datos, su participación contribuye a construir un ‘nosotras’ más plural y diverso, que enriquece nuestra sociedad. Las personas migradas no solo están presentes, sino que aportan y fortalecen la vida comunitaria.
El diagnóstico realizado por Ikuspegi e impulsado por el Foro Vasco de Migración y Asilo, ‘Asociacionismo y Migración en Euskadi’, muestra una realidad llena de matices. Mediante la realización de entrevistas en profundidad, grupos de discusión y talleres participativos orientados a la co-creación de conocimiento y al contraste de resultados, se ha podido concluir, entre otras cuestiones que, aunque muchas personas migradas llevan años formando parte activa de nuestra comunidad, su implicación formal en las asociaciones sigue siendo más baja que la del resto de la sociedad. Las dificultades económicas, administrativas y, en algunos casos, la discriminación son los factores vinculados a esta diferencia en la participación social.
Por otro lado, gran parte de la participación se da en espacios informales: redes internas, grupos de apoyo o de ocio. Acompañar a una familia recién llegada, ayudar con los trámites, organizar clases de idiomas, crear grupos de apoyo, redes de cuidado o reivindicar el acceso a derechos básicos son formas de participación social que no siempre quedan reflejadas en las estadísticas, pero que sostienen la vida comunitaria y son expresiones de una ciudadanía en construcción.
“Participar –decía una mujer que formó parte de uno de los grupos de discusión– es sentir que no estás sola y que también puedes cambiar las cosas”. En ese sentido, las investigaciones sobre la participación en encuentros sociales señalan que una participación de calidad tiene efectos positivos y profundos, mejora el bienestar y la autoestima, empodera colectivamente y refuerza la sensación de pertenencia.
El informe plantea que uno de los desafíos es consolidar estructuras permanentes de diálogo y decisión que reconozcan la voz de todos los agentes implicados. Así lo expresó una representante de una asociación migrante durante la entrevista: “Nos invitan a participar, pero queremos estar cuando se decide.” Esa frase refleja la necesidad de un cambio, que se hace presente en el discurso de muchas asociaciones migradas, el deseo de traspasar el rol de “beneficiarias” hacia interlocutoras con agencia, capaces de aportar en la toma de decisiones y en la construcción de la sociedad en la que viven.
Desde el ámbito institucional, este proceso plantea un reto importante: pasar de modelos de participación consultiva a estructuras con capacidad real de influencia. Cada vez más voces, tanto en las administraciones como en el tercer sector y las asociaciones, destacan la necesidad de reforzar los mecanismos de incidencia y avanzar hacia una gobernanza más participativa, que incorpore de forma sistemática las aportaciones de todos los agentes sociales, entre ellos, las asociaciones migrantes.
Este informe también corrobora que el tejido asociativo migrante presenta una estructura marcada por la escasez de recursos, la dependencia de convocatorias anuales, las dificultades estructurales y la falta de espacios de coordinación con respaldo social e institucional. Voces en todos los estamentos destacan la necesidad de contar con programas más continuos y mecanismos que garanticen la sostenibilidad del trabajo comunitario.
Así, y pese a las dificultades estructurales, el asociacionismo y voluntariado migrante muestra su capacidad de innovación y resiliencia. Se ha comprobado que en situaciones de crisis humanitarias (COVID19, crisis de fronteras, invasión de Ucrania, etc.) tienen la capacidad para ser una estructura de apoyo y respuesta ante necesidades específicas. Actualmente contamos con organizaciones con trayectorias muy distintas: algunas con una dilatada experiencia de trabajo comunitario y otras de nueva creación, surgidas de redes informales o de iniciativas vecinales. En conjunto, conforman un tejido muy variado que combina el acompañamiento con la lucha por el acceso a derechos.
Todo esto se asienta sobre un entramado social previo muy consolidado. Euskadi es una sociedad receptora con una amplia trayectoria participativa y décadas de compromiso cívico. Fundaciones, entidades sociales, ONG, movimientos ciudadanos y administraciones locales han acompañado este proceso, ofreciendo apoyo, formación y espacios de encuentro. Gracias a este ecosistema, sumado a las trayectorias de las personas migradas con sus propios aprendizajes y experiencias, las asociaciones migrantes han echado raíces, ampliando su presencia y su capacidad de interlocución. Hoy son parte activa del proceso de inclusión y construcción colectiva de Euskadi.
La participación social y el asociacionismo de las personas migradas en Euskadi muestran como, a partir de los vínculos cotidianos, la confianza y la acción colectiva se va configurando un ‘nosotras’ más plural, aún en proceso de construcción, que amplía el concepto de ciudadanía y refleja la evolución de la sociedad vasca como sociedad de acogida comprometida con la gestión positiva de la diversidad y la cohesión social.