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Fernando Golvano

Grupo Gaur: cuando las artes toman posición

Profesor de Estética y Teoría de las Artes y comisario de exposiciones

  • Cathedra

Lehenengo argitaratze data: 2016/03/18

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En abril de este año se cumplen cincuenta años de un acontecimiento que adquiere una cierta dimensión mítica en la historia del arte vasco. El Grupo Gaur, integrado por Amable Arias, Rafael Ruiz Balerdi, Néstor Basterretxea, Eduardo Chillida, Remigio Mendiburu, Jorge Oteiza, José Antonio Sistiaga y José Luis Zumeta, se presentó en la donostiarra Galería Barandiaran. El manifiesto reivindicaba un renacimiento cultural en un contexto de ausencia de libertades. Se convirtió así en un acto de disidencia artística, cultural y política al mismo tiempo. Decían: "Todos sabemos ya quiénes somos y que una poderosa juventud de artistas reclama el sitio y la atención que le debe conceder nuestro país, y que tenemos pasado, presente y futuro para saber cuáles son nuestros propósitos, nuestras necesidades y nuestros medios, puntuales, todos los medios, para concluir con la postración cultural y material que sufrimos y el aislamiento entre nosotros y nuestro país".

La dictadura franquista había celebrado recientemente los denominados "25 años de paz" y cualquier evento cultural requería un control gubernativo y policial, una censura previa. Recordemos que, en enero de 1966, el Ministerio de Información del Estado franquista no había autorizado la publicación de los ensayos de Oteiza compilados en su obra 'Ejercicios Espirituales en un túnel', que finalmente se publicará en Hendaya. La convergencia de esos artistas en Gaur fue una toma de posición frente a los certámenes oficiales organizados por el régimen franquista y al dirigismo que lastraba la autonomía de los artistas vascos. Por ello, reclamaban la creación de institutos propios para el arte, la incorporación de la educación estética en los planes de estudio y la emergencia de una cultura popular vasquista.

Sistiaga y Amable tomaron la primera iniciativa para agrupar a estos ochos artistas, de edades y trayectorias diversas, y que representaban el estallido más sobresaliente de la renovación del arte vasco. Oteiza y Chillida ya contaban a la sazón con premios en bienales internacionales y su reconocimiento fue un catalizador para una nueva generación de artistas. En realidad, el mentor ideológico fue Oteiza, quien ya venía postulando la necesidad de promover una Escuela Vasca de Arte, que pudiera actualizar un viejo anhelo de algunos artistas de las primeras vanguardias de los años veinte y treinta. De ahí que Oteiza encontrara la complicidad de Ibarrola y de otros artistas alaveses y navarros, para impulsar la creación de nuevos grupos: EMEN sería el nombre en Bizkaia, ORAIN en Álava y DANOK en Navarra. Este grupo no llegaría a constituirse plenamente. Partiendo de la presentación en la Galería Barandiaran, una secuencia de exposiciones en Bilbao y Vitoria debería culminar en Pamplona, donde deseaban crear la universidad de artistas vascos.

La Galería Barandiaran (1965-1967), financiada por el mecenazgo del empresario Dionisio Barandiaran, fue la sede de aquella trama renovadora del arte vasco. Definida por Oteiza como productora de exposiciones de arte compuesto («productora efectiva de la nueva obra de arte») fue, en su efímera existencia, un laboratorio abierto, un espacio excepcional para la convergencia y relación entre las artes, y entre estas y una cultura popular vasquista emergente. Acogió otras iniciativas como Ez Dok Amairu (música popular), Argia (danza) y Jarrai (teatro). A pesar de su efímera trayectoria, la galería y los grupos asociados constituyeron el destello moderno más sobresaliente en el panorama artístico y cultural del contexto vasco bajo el franquismo.

Sabido es que la tentativa de la Escuela Vasca de Arte era más un deseo sublimado por Oteiza, y relacionado con su enfoque comunitario del arte, que una realidad compartida por una constelación heterogénea de artistas. La iniciativa no cumplió sus objetivos, debido a múltiples factores: así, cabría destacar las desavenencias internas en cada grupo y entre los grupos motivadas por postulados artísticos dispares, las trabas crecientes impuestas por el poder político, la prioridad que los artistas más destacados (Oteiza y Chillida) tenían para dedicarse a sus propios proyectos artísticos, las dificultades de Barandiaran para seguir financiando la galería que era el tractor de esa aventura colectiva, y un clima de creciente sectarismo político que emergía en la acción cultural y disidente antifranquista. Todo ello contribuyó al final de un sueño colectivo. No obstante, ese propósito imaginario contribuiría a una emergencia creativa, cultural y también política cuyo despliegue se hará visible en los años setenta. La exposición que ahora comisarío, en San Telmo Museoa, celebra aquel acontecimiento de hace cincuenta años, acontecimiento que protagonizaron el Grupo Gaur y la Galería Barandiaran. "Nos integramos como un frente cultural o un colegio, una compañía de artistas vascos", proclamaban en su manifiesto de 1966. Tal deseo fue movilizado y mistificado por aquella formidable constelación de artistas. No obstante, aquella experiencia y las trayectorias creativas de cada uno de ellos constituyen, de modo renovado, una memoria del arte vasco e internacional, una tentativa tramada de actos poéticos y políticos que dan cuenta de un tiempo convulso y crítico.

 

Fotos: Mikel Mtz. de Trespuentes. UPV/EHU.

 

 Gaur Taldeari buruzko erakusketa hauek daude ikusgai:

  •     1966|Gaur konstelazioak|2016, en San Telmo Museoa (Donostia), hasta el 15 de mayo
  •     Amable, Balerdi, Basterretxea, Chillida, Mendiburu, Oteiza, Sistiaga, Zumeta, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, hasta el 24 de abril