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Luis Guridi
Europa ante las migraciones
Profesor del Departamento de Economía Aplicada I y miembro del Instituto Hegoa
- Cathedra
Fecha de primera publicación: 23/10/2015
Como desgraciadamente ocurre muy a menudo, las explicaciones oficiales sobre los fenómenos migratorios se detienen en las consecuencias y no en las causas que los generan y, por lo tanto, las políticas que se adoptan, además de limitadas e insuficientes, no hacen más que provocar nuevas situaciones de vulneración de derechos humanos. Si se quieren entender las tendencias de fondo que subyacen en estos procesos migratorios que tienen como destino a Europa y, por lo tanto, adoptar las políticas públicas que se dirijan a la raíz de las causas y aborden el fenómeno desde una perspectiva de medio y largo plazo, deben contemplarse tres razones que subyacen en el origen y en su dimensión.
En primer lugar, el reparto del continente africano por parte de las potencias europeas a finales del siglo XIX en la Conferencia de Berlín (1885), una ocupación que dibujó un mapa político construido con regla y cartabón, ajustado a los intereses coloniales, sin tomar en cuenta a los pueblos que las habitaban, sus sociedades, sus etnias y sus culturas; a quienes se les asignó, en la nueva división internacional del trabajo, el papel de proveedores de materias primas baratas y seguras para las metrópolis, y de mano de obra esclava para trabajar en las plantaciones y minas de América, en este caso ya desde el siglo XVII.
En segundo lugar, los procesos de descolonización de los años 50 y 60 del pasado siglo, y las políticas de cooperación al desarrollo llevadas a cabo desde entonces, que si bien, en un inicio, abrigaron ciertas esperanzas de cambio, resultaron claramente insuficientes, porque se diseñaron sobre objetivos y modelos de las propias sociedades occidentales, ajenas a la historia y a las realidades culturales y sociales de sus países, que han generado imaginarios colectivos que, en la mayoría de las ocasiones, solamente han conducido a la frustración. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) establecidos en el año 2000, y cuyo plazo finaliza este año, no se han cumplido en una buena parte de los países africanos y entre los 50 países del mundo con menor desarrollo humano, 39 pertenecen a ese continente (IDH, 2014). Estos son los mal llamados migrantes económicos, de los que Europa no quiere saber nada, que arriesgan sus vidas en el Mediterráneo, y que, más allá de cualquier obstáculo, lo seguirán haciendo empujados por los difíciles condiciones de vida y atraídos por las imágenes del paraíso artificial que han proyectado las sociedades de la opulencia.
En tercer lugar, estas oleadas migratorias son fruto de las crisis humanitarias generadas en el Magreb, en el Próximo Oriente, en Irak y en Afganistán, por las políticas irresponsables llevadas a cabo por los EEUU, la Unión Europea, Rusia, y sus respectivos aliados regionales, en su intento por imponer sus intereses económicos y geoestratégicos en una zona de crisis permanente y de tensiones en la convivencia entre las comunidades suníes y chiíes, que han contribuido a desestabilizar peligrosamente la región y a crear y fortalecer las organizaciones más extremistas y fanáticas. Esta crisis humanitaria, sin precedentes en la otra orilla del Mediterráneo, se manifiesta, solamente en el caso de Siria, en más de 250.000 muertos, siete millones de desplazados internos y cerca de cuatro millones de refugiados, de los que dos millones tratan de llegar a Europa, y otros tantos asentados en campamentos en las fronteras de Líbano, Turquía y Jordania. No existen datos fidedignos sobre personas fallecidas y desaparecidas en Libia y en Yemen.
Si se considera que los países europeos no tenemos ninguna responsabilidad en estos desplazamientos masivos y que el problema lo tienen a lo interno de cada país, que es solamente fruto de sus políticas y sus conflictos internos, entonces la acogida por parte de Europa solamente se planea en términos de buena voluntad, de solidaridad para con los ajenos. Sin embargo, si la población europea es consciente de su cuota de responsabilidad, seguramente será más fácil adoptar políticas de defensa de derechos humanos y evitar tentaciones xenófobas, ya bastante extendidas en algunos países.
El sentimiento de inseguridad ciudadana tras los últimos atentados en Francia está siendo utilizado por algunos gobiernos europeos y Rusia para intensificar la estrategia de guerra, para nuevas intervenciones en Siria, olvidando algo tan evidente como es el hecho de que cuanta más desolación se siembre en las regiones en crisis, cuantas más ciudades y pueblos se arrasen y se destruyan, mayor será el flujo hacia los países vecinos y hacia Europa, y mayor, así mismo, el nivel de inseguridad de nuestras ciudades.
Esta estrategia de guerra que han activado quienes son, en buena medida, los responsables de haber generado esta peligrosa desestabilización, está abocada al fracaso, cuando no a una mayor radicalización y fanatización del conflicto. Las soluciones de medio y largo tienen que transitar por otros caminos.
En el corto plazo, lo más urgente, es la adecuada atención a los refugiados y refugiadas, lo que implica una mayor exigencia a nuestros gobiernos para que modifiquen sus políticas de cuotas y revisen las políticas de asilo en la Unión Europea. Igualmente, debe prohibirse la exportación de armas a los países de la región desde la Unión Europea que, con Alemania a la cabeza, es líder mundial, y desactivar la capacidad de financiación del Daesh, a la que no son ajenos algunos de los actores del conflicto.
Pero esto no es suficiente. En el medio y largo plazo, se precisan nuevas estrategias de paz en la región, nuevas políticas de cooperación al desarrollo ajenas a los intereses geoestratégicos. Y como telón de fondo, urge hacer frente a las crecientes desigualdades económicas y sociales entre países, así como a lo interno de cada país; a la exclusión y marginación social de amplios sectores de población que se observa en muchos países de la Unión Europea, porque son el caldo de cultivo perfecto para la extensión y enquistamiento de los conflictos.
"No queremos ir a Europa, solo queremos que paren la guerra", decía un adolescente sirio en su huida hacia Europa, formando parte del dramático movimiento migratorio en busca de refugio. Pues eso, paren la guerra.
Fotografía: Mikel Martínez de Trespuentes. UPV/EHU