Hay personas, como Miquel Caminal,  que te inspiran en vida un cariño enorme y que te dejan cuando se van un sentimiento de orfandad. Así es como nos sentimos los colegas vascos que tuvimos el privilegio de tratarle,

Pedro Ibarra, yo mismo, y tantos otros profesores/as del Departamento de Ciencia Política de la Universidad del País vasco. Pues esa persona sabia y bondadosa que fue Miquel no sólo nos ofreció una amistad enriquecedora y desinteresada, sino que, muy consciente de las aguas procelosas del mundo académico español en las que debíamos navegar, extendió sobre nosotros su manto protector de académico excelente e incuestionable.
Investigador original y profundo, era al mismo tiempo un animador intelectual, con frutos colectivos tan ricos como el que es sin duda el mejor Manual de Ciencia política del mundo de habla catalana y española.

Era, sin estridencias, profundamente catalán, lleno  del bon sens  de su tierra, por lo que comprendía tan bien y amaba tan profundamente la nuestra. No perdía ocasión de visitar a sus amigos en el  país vasco. Recuerdo con enorme emoción la visita que nos hizo a mi mujer y a mí en las navidades de 2013, cuando la enfermedad había hecho ya estragos en su delgadísimo cuerpo, fino como un espíritu puro,  pero no en su espíritu, rebosante de curiosidad intelectual y de sentido del humor. La excursión con él por Iparralde, nuestro país vasco del norte, en la que tanto disfrutó y disfrutamos con sus vinos y manjares, fue para nosotros una experiencia deliciosa e inolvidable.

Descanse en paz con su compañera Ana, a la que tanto quiso, y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad
Paco Letamendia