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Los controvertidos límites de la gerontofilia

En la película, “Gerontophilia” (2013), su joven protagonista, Lake, comenzará a sentir una atracción muy fuerte por los hombres ancianos de la residencia donde trabaja hasta enamorarse de un octogenario llamado Peabody. El director de esta cinta expresaba en una entrevista que su propuesta es una metáfora acerca de cualquier relación romántica y/o sexual que la sociedad considere tabú y pueda resultar inaceptable. En este sentido, insiste el director, entre adultos que consienten no debería haber juicio alguno.

 

 

Desde esta perspectiva, por tanto, lo único desacertado del film es su título, ya que, para hablar de gerontofilia, como de cualquier otra parafilia, la atracción debe generar un malestar clínicamente significativo a la propia persona y el objeto de deseo acaba siendo prácticamente el único tipo de estímulo que genera atracción sexual, además de generar limitaciones en la propia vida o, en su caso, en la del compañero o compañera sexual. Pero no es el caso que nos ocupa. Se trata de una relación con una diferencia de edad muy considerable, homosexual, interracial, si le quieren poner etiquetas, pero no gerontofílica. Lake y Peabody están encantados de haberse conocido.

En esta aproximación a las parafilias, hay que entender esa alusión a “generar limitaciones en la vida del compañero sexual” de una forma nada restrictiva en los casos concretos de asesinos en serie gerontofílicos. Efectivamente, sería absolutamente inapropiado referirse a las víctimas como “compañeros sexuales”. Por no hablar que la “limitación a sus vidas” consistiría precisamente en arrebatárselas.

En un trabajo de Safarik, Jarvis y Nussbaum (2002) titulado Sexual Homicide of Elderly Females sobre el perfil criminal de los asesinatos sexuales de ancianas, sugieren que el perfil habitual de los asaltantes es el de un joven que reside cerca de sus víctimas, pero sin relación familiar o social. Normalmente la escena del crimen tiene lugar en el domicilio de las mujeres, aunque el agresor ha podido hacer previamente labores de seguimiento, eventualmente trabajos ocasionales (jardinería, reparaciones, albañilería) o, por proximidad residencial, han convergido las actividades rutinarias de ambos (trayectos de autobús, comercio local, etc.) de forma que, aunque los situamos en el contexto de una investigación policial en la esfera de “autor desconocido para la víctima”, en un número importante de casos pudiera ser que ésta conociera a su asesino o, cuando menos, le resultara familiar. No obstante, concluyen estos autores, es probable que el asaltante pertenezca al círculo familiar de la víctima si no se detectan signos de agresión sexual.

Algunos medios escritos se han referido a Remedios Sánchez, la asesina de ancianas de Barcelona como gerontofílica. El mismo calificativo ha recibido Billy Chemirmir de origen keniano y residente en EE.UU. que fue detenido en marzo de 2018 gracias al testimonio de una mujer de 91 años en cuyo apartamento de Plano (Texas) entró por la fuerza. A la mujer le dijo, “váyase a la cama, no luche” antes de ahogarla con una almohada. Afortunadamente, los servicios de emergencia lograron revivirla, y gracias a su testimonio Chemirmir fue detenido. Ahora, la policía revisa la muerte de 750 personas para saber si pudo haber cometido otros crímenes.

Huelga decir que, ni a Remedios Sánchez, ni tampoco a Billy Chemirmir, se les puede atribuir un diagnóstico de gerontofilia. Simplemente, las personas mayores que vivían solas eran las víctimas vulnerables propicias para perpetrar sus robos.

La gerontofilia sí era un rasgo sobresaliente en José Antonio Rodríguez Vega. Este asesino en serie, además de agredirlas sexualmente, acabó con la vida de 16 ancianas en Santander.

El 23 de octubre de 2002, Mark Safarik, autor del artículo referido anteriormente y profesor en la academia del FBI en Quantico, me escribió para preguntarme algunos detalles de este depredador sexual. Justo al día siguiente, casualmente, Rodríguez Vega fue apuñalado con ensañamiento en la prisión de Salamanca. Tuve que responderle a Safarik que tenía a su disposición toda la información requerida en los medios de comunicación españoles ya que “Rodríguez Vega acababa de ser asesinado en prisión”. A lo que él me respondió: “el FBI no ha tenido nada que ver”.

 

Para saber más: San Juan, C. & Vozmediano, L. (2018). Psicología Criminal. Madrid. Editorial Síntesis.

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